UN TRIBUTO A

AMALIA ERRÁZURIZ URMENETA

Nuestra humilde pretensión es rescatar, reconocer y valorizar la vida y obra de una mujer extraordinaria, que trascendió por sus valores, porque nació en Guayacán, es hija nuestra, es hija de la Región. Adquirió el año 1889 la Iglesia de Guayacán, hoy monumento nacional. Dio hijos de un tremendo valor, fue presidenta de la Liga de Damas de Chile y elevó, por encargo de la Iglesia Católica, el concordato de separación de la Iglesia del Estado de Chile y, por lo tanto, la consideramos una las mujeres más importantes de historia de Chile.

"Muy cerca de Coquimbo hay un rincón de mar tranquilo. Lo domina desde arriba, una casa buena, sencilla baja, alma y cabeza de un establecimiento metalúrgico (…) aquí en esta población obrera, sobre montañas de rocas costeñas traspasadas de silencio, sobre la mansa humildad de unas caletas de pescadores pobres y callados, Dios, Nuestro Señor, en un día de principios de invierno en que el Océano Pacífico debió ser nacarado como la madre perla, quiso dar a la tierra el regalo de un alma de esas que consigo traen de arriba una semilla del cielo, para devolverla, para esparcirla, para echar en tomo a su vida los brotes de una dulce selva o de un precioso jardín, sombra, deleite y alegría bendita para muchos en los desiertos de la vida".

Así describe Blanca, su hija, a Guayacán y sobre el nacimiento de su madre Amalia.

Amalia nació un 31 de mayo de 1860 y fue bautizada con el nombre de Paulina María Teresa Amalia, en la pequeña iglesia del establecimiento de Guayacán (antes de la actual). Sus padrinos fueron Don Ramón Ovalle y la madrina la señora Corina Vicuña, mientras que el Presbítero fue Agustín Robles, según consta en archivo parroquial.

Sus padres fueron Maximiano Errázuriz Valdivieso y Amalia Urmeneta Quiroga. A su vez, Maximiano era hijo de Francisco Javier Errázuriz Aldunate y Rosario Valdivieso y Zañartu. Amalia Quiroga era hija de José Tomas Urmeneta García-Abello y Carmen Quiroga Darrigandi.

Infancia y adolescencia

Como podemos concluir de lo anterior, Amalia era hija de Maximiano Errázuriz y nieta de José Tomás Urmeneta. Ellos eran propietarios de la "Sociedad Comercial Urmeneta & Errázuriz" que poseía la Fundición de Guayacán, uno de los establecimientos de fundición y refinación de cobre más grandes de América Latina. Con esto, Guayacán se convirtió también en uno de los primeros puertos exportadores de cobre del Chile republicano.

Al año de nacer, falleció su madre Amalia Urmeneta Quiroga con tan solo 24 años (hecho acaecido el 2 de octubre de 1861. Su tumba se encuentra en la Iglesia Santo Domingo de Santiago), quedando a cargo de sus tías, abuelos paternos y en especial de la "mamita Rosario", fue ella quién influye en la fe en Cristo, la esperanza en sus promesas, en la caridad, ella era una modelo de mujer cristiana. Todas las tardes, ella reunía a la familia para el rezo del rosario y cuando se rezaba el mes de María cerca de cirios y la venerada virgen, la "mamita Rosario" tomaba la guitarra y cantaba con tanto gusto que era como creerse en el cielo. Así fue formada Amalia, en la fe del amor divino y así fue el motivo de su existencia. Era una niñita introvertida, reservada, tranquila, alumna del Colegio Sagrado Corazón y para la primera comunión fue preparada por la madre Du Roussier.

En 1871, al contraer matrimonio su padre con la Señora Carmen Valdés Ureta (9 de marzo de 1871), éste viaja con sus 4 hijos a Europa. Su padre regularmente hacía viajes a Europa como diplomático y otras veces de negocios. Para don Maximiano, fue feliz y triste, pues al regreso, Carmen contrajo una enfermedad, llegando a fallecer en Santiago. No tuvieron descendientes.

Amalia, mientras tanto estaba a cargo de la institutriz inglesa Miss Young y vivía en el palacio Errázuriz ubicado en Alameda, con salones, comedores, dormitorios y salas de escritorio. Fue Miss Young quién reforzó, con su experiencia europea, el carácter de la pequeña, desarrollando sus talentos y cultivando la piedad. Fue rigurosa en su educación. De ella aprendió a escribir y hablar el idioma inglés y el francés. Leían juntas y desde allí quedó marcado en Amalia su afición a la historia. Amalia era más intuitiva que deductiva, cautivada por los sentimientos de la belleza, la verdad y el bien. El texto de catecismo estaba siempre con ella, era el libro más pequeño y a la vez el más grande, el más humilde y el más sabio, el tratado más necesario para comprender el sentido de la vida y para dirigirla al bien.

Miss Young le enseñó a tejer, a preparar dulces y manjares, le enseñó a hacer bordados, en los que no escatimaba esfuerzos. Visitaba hospitales y casas de gente necesitada para hacerles entrega de lo que hacía con sus propias manos. Miss Young la familiarizaba así con los sufrimientos humanos más agudos. La animaba a llevar palabras dulces, de piedad y de consuelo a esas casas de sufrimiento.

En uno de sus viajes a Lebu, donde existían las minas y fundiciones de su padre, ve por primera a quién sería su novio y futuro esposo, Don Ramón Subercaseaux Vicuña, destacado pintor y prominente diplomático, con quién en representación del estado chileno, comenzó una serie de viajes a Europa. Se casaron y vivieron juntos casi 50 años, transcurriendo entre representaciones ante los gobiernos de Alemania e Italia, la Santa Sede y otros organismos internacionales, sin perjuicio de atender a su familia y organizaciones que fundó en su estadía en Chile.

Sus hijos

Le decían Doña Amalia por su señorío, cultura, prestancia y amor al prójimo. Con su esposo tuvo diez hijos. Cuatro de ellos, fallecieron jóvenes. Francisco Javier o "Javierito" como le llamaban, falleció accidentalmente a los 4 años en Roma. Emiliana, de 10 años, falleció también en Europa de una triste enfermedad que la mantuvo postrada y con ceguera. Rosario y María, en Santiago, en el Palacio Urmeneta (que había sido heredado de su abuelo José Tomás Urmeneta), Rosario de 18 años y María de 13, llevándose por un mes de diferencia (junio-julio 1906).

La muerte de sus hijos fue inmenso golpe, pero su fe en Dios la hacía permanecer tranquila y dar aliento a su esposo y familiares. Dijo: "Rosarito encontró tan lindo el cielo que vino a buscar a su hermana María". Su hijo mayor Pedro Subercaseaux, nacido en 1880, que estuvo casado con Elvira Lyon Otaegui y separados por amor a Dios, pues él se hizo fraile benedictino y ella sacerdotisa en un convento. Pedro fue un destacado pintor y sus obras se pueden observar en el Templo Votivo de Maipú, con "El Abrazo de Maipú", "El Desastre de Rancagua". En pinacotecas privadas, museos de Chile y el mundo se puede observar aún la calidad de los cuadros pintados por él.

Juan Subercaseaux Errázuriz siguió el sacerdocio, llegando a ser Obispo de Linares y arzobispo de La Serena entre 1940 a 1942, hasta su trágica muerte un 9 de agosto de 1942 en las cercanías de Condoriaco, al interior de La Serena.

Finalmente, José Luis contrajo matrimonio con Margarita Donoso Foster. Carmen Laura contrajo matrimonio con Horacio Valdés Ortúzar. León se casó con Paz Larraín García Moreno y Elizabeth contrajo matrimonio con Gonzalo Barros Ortúzar.

Liga de damas de Chile

Amalia, fue fundadora y presidenta de la "Liga de Damas de Chile", organización muy ligada a la aristocracia nacional y a la religión cristiana. Ella fue la primera mujer en hablar de feminismo en Chile, plantear la idea de sacar a la mujer desde los hogares hacia la vida pública. Fue responsable de la formación de los sindicatos femeninos de las sociedades de socorros mutuos, en el fondo, una mujer que levantó en épocas tempranas la voz en defensa de su género, labor fue llegó a ser reconocida internacionalmente.

Libros

Roma del alma, Peregrinación en Jerusalén, La Virgen María escrita para los niños, fueron sus obras maestras, pero tiene centenares de artículos en los boletines "Eco" y "Cruzadas" y otros de circulación en la época.

Concordato

A principios del siglo XIX, la Iglesia y el Estado eran un solo cuerpo y la separación de estos poderes inició un análisis doctrinario profundo el que, hacia la década de 1920, acordó llevarlo a la práctica con el "concordato de acuerdo" por encargo de la Iglesia Católica. Este acuerdo fue llevado, entre otros, por Doña Amalia y Don Ramón Subercaseaux hasta la Santa Sede para su aprobación, cumpliendo así un mandato de la Iglesia Católica de Chile.

Doña Amalia Errázuriz de Subercaseaux fallece en las costas de Barcelona, durante un viaje a la Santa Sede y a la edad de 70 años, dejando una estela de cultura. Fue notable escritora, de diplomacia, de señorío, de humildad a pesar de pertenecer a una elite muy particular, era profundamente humilde en su nobleza, caritativa sin ostentación, sencilla en su riqueza, bondadosa sin adulaciones, de enérgico carácter sin vacilaciones, suave, amable y pura, a semejanza de su Madre del Cielo María, a quién ella profesaba la más tierna devoción.

Juan Valdivia Tabilo