Sublevación Marina - Coquimbo

Sublevación de la Marina

Publicado el 26 de Agosto de 2017

Diario La Región

Desde 1927 y hasta 1932, en Chile figuraron en la presidencia de la república, en cargos titulares e interinos, algunos nombres desconocidos por la mayoría de nuestros ciudadanos. Por ejemplo, don Pedro Opazo Letelier, Emiliano Figueroa, Juan E. Montero, Manuel Trucco Franzani y Carlos Ibáñez del Campo. Fueron años de inestabilidad política en la conducción de nuestra nación. La crisis económica que atravesó el país queda demostrada en algunos casos que llegaron a solo meses de gobernabilidad.

Mientras gobernaba interinamente don Manuel Trucco Franzani (desde el 3 de septiembre al 15 de noviembre de 1931), ocurrió un hecho inédito dentro de la Armada. El 6 de septiembre de 1931, se produjo un combate aeronaval en la rada del puerto de Coquimbo. Algunos tienen dudas o lo desmienten, pero fue real. Los acontecimientos eran la consecuencia de la bancarrota y la política económica aplicada por el gobierno, reduciendo los sueldos de los asalariados, de los servidores públicos, llegando a las tropas de las fuerzas armadas, constituidas en su mayoría por gente obrera y que sintieron el clamor de defender sus legítimos intereses.

El 31 de agosto, el comodoro almirante Abel Hozben, comandante del buque almirante Latorre, es manifestó en nombre de la autoridad: “La crisis que azota al país es muy aguda y lo será cada día más. Escriban a sus familias diciéndoles que se pertrechan de víveres para afrontar lo que va a venir más tarde, ustedes deben prepararse para soportar las rebajas de sus sueldos”. La rebaja llegó, en efecto, nada menos que en un 30%, suprimiéndoles las asignaciones. Días después los reúne y manifiesta: “Tenido conocimiento que se está gestando en este barco y en la escuadra un movimiento inadmisible y antipatriótico, lo que califico de verdadera traición a la patria”.

Efectivamente, se había formado una organización en defensa de sus intereses denominado Estado Mayor de Tribulaciones, compuesto por el sargento Ernesto González (presidente), el despensero Manuel Astica Fuentes (secretario), el cabo Manuel Bastías y otros como el sargento Lautaro Silva, el despensero Augusto Sagal, en representación del acorazado “Almirante Latorre”, donde nació el movimiento de las tripulaciones. El diario El Progreso titulaba el día 01 de septiembre: “La escuadra en poder de la tripulación”. La proclama de la tripulación entre otras peticiones decía: “Las tripulaciones se levantan, no ante sus jefes a quienes respeta, no ante la disciplina que la mantendrán férreamente, no ante el país que debe confiar en ella, sino ante la incapacidad de la hora y ante el apasionamiento político fratricida próximo a desbordarse”. Fueron 7 los puntos o peticiones hechos por la Asamblea de Tripulaciones. El primero decía: “No aceptar por ninguna causa que los elementos modestos que resguardan la administración y paz del país sufran cercenamiento y sacrificio de su escaso bienestar para equilibrar situaciones creadas por malos gobernantes y cubrir déficit producidos por constantes errores y falta de probidad de las clases gobernantes”. En el punto 6 daban “un plazo de 48 horas para que se conteste satisfactoriamente a las aspiraciones”. En el punto 7 dejan constancia que no han sido influenciados por ninguna idea de índole anárquica.

La respuesta del gobierno no se hizo esperar, pues provocó alarma e inquietud, designando el 2 de septiembre una comisión especial para parlamentar. En avión viajó el almirante Edgardo Von Schoroedes, acompañado del capitán de navío Luis Muñoz Artigas, con instrucciones precisas como la que decía que de ninguna manera se podía subir a parlamentar a bordo, o no aceptar imposiciones, exigir que los oficiales vuelvan a sus puestos, arreglar una conferencia en tierra, que las peticiones, las tripulaciones las hagan por conducto regular. La misión era terminar con el movimiento a cómo diera lugar. Mientras tanto, los bancos en Talcahuano y Valparaíso habían adherido al movimiento. que Valparaíso se amotinaba un regimiento, en Santiago se llamaba a una huelga general. El gobierno por su parte anunciaba el país tengo una ola de rumores “reinaba un total orden absoluta tranquilidad”. La solidaridad no se hizo esperar, y algunos gremios de Coquimbo llegaron cerca de las tripulaciones manifestando su total adhesión al movimiento.

No hubo acuerdo, el día 2, ni los días posteriores. El día 5 de septiembre a nivel nacional eran 23 las naves sublevadas, entre las que se encontraban el “Videla”, “Riquelme”, “Orella”, “Aldea”, “Hyatt”, “el crucero O’Higgins”, se sumaba las escuadras del sur, el crucero “Blanco Encalada”, el buque “Araucano”, las escampavías “Leucoton”, “Elicura”, “Micalvi” y “Sibbald”, junto a los submarinos “Thompson”, “Fresia” y “Guacolda”.

Las autoridades de la Provincia de Coquimbo eran el intendente Román Segundo Mery, el alcalde Tomás Peña Fernández. El 5 de septiembre entregó el mando de la plaza al comandante don Nelson Fuenzalida.

Asumido en comandante Fuenzalida, se observaba en el ambiente una solución no pacifica, asumiendo con amplios poderes y habiendo el gobierno agotado todas las diligencias para obtener la rendición de los tripulantes, el día 6 de septiembre, alrededor de las 17 horas, toma la decisión de atacarlas por medio de dos escuadrillas de aviones.

Al verse atacados Von Schoroedes, acompañado del capitán de navío Luis Muñoz Artigas, con instrucciones precisas, de “ninguna manera subir a parlamentar a bordo, no aceptar imposiciones, exigir que los oficiales vuelvan a sus puestos, arreglar una conferencia en tierra y que las peticiones, las tripulaciones la hagan por conducto regular”. La misión era terminar con el movimiento a como diera lugar. Mientras tanto los barcos en Talcahuano y Valparaíso habían adherido al movimiento. En Valparaíso se amotinaba un regimiento, en Santiago se llamaba a una huelga general. El gobierno, por su -parte, anunciaba al país ante una ola de rumores “que reinaba un total orden y absoluta tranquilidad”. La solidaridad no se hizo esperar, y algunos gremios de Coquimbo, llegaron cerca de las tripulaciones manifestando su total adhesión al movimiento.

Al verse atacados la tripulación de los buques hizo uso de los cañones antiaéreos y las ametralladoras. El ataque aéreo-naval era una realidad aquel día, ante el pánico y asombro de la población de Coquimbo y de La Serena. Las bombas lanzadas que caían al mar levantaban grandes elevaciones de agua. Se calcula que el combate fue de corta duración entre medía y una hora dejando como resultado grandes daños, como quebraduras de vidrios en ventanales de edificios cercano al puerto, además de unos heridos en las naves amotinadas y por el lado de los aviones algunos fueron alcanzados desde las naves, uno de ellos cayendo a tierra en La Serena y su tripulación pudo salvar con vida.

A pesar de la unidad monolítica manifestada en el movimiento, las tripulaciones sufren desmoralización y los lleva a una rendición incondicional de parte de todas las tripulaciones de las naves “Videla” “Riquelme”, “Orella”, “Aldea”, “Hyatt” y el crucero "O'Higgins” que se encontraban en el puerto de Coquimbo. Fue así como la población observó la sublevación y que le recuerda hasta el día de hoy.

Sublevación Marina

Sublevación de la Marina

Juan Valdivia Tabilo